Sevilla FC.

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La Pasión de García Berbeito.

Antonio García Barbeito, escritor y periodista sevillano, es un Sevillista que desde su infancia siempre tiene presente a su Sevilla, tanto que, su primera pasión siempre ha sido el Sevilla Fc, donde tuvo el honor en el 2005 de ser el pregonero del centenario de nuestro club. Nacido en 1950 en Aznalcázar, ha trabajado y colaborado en varios medios de comunicación, ya sean escritos o radiofónicos, además de tener publicados varios libros. Antonio García Barbeito también fue pregonero de nuestra Semana Santa del año 2010. Un gran sevillista y periodista que expresa su sevillismo como una gran pasión.


Garcia Barbeito en "Palabra de fútbol" SFC TV.

"El Sevilla es la pasión. Lo he dicho muchas veces, desde la infancia la reconozco como primera pasión. Soy aficionado del Sevilla antes que de los toros o de otras aficiones, más que aficionado, soy apasionado. Una pasión que va creciendo desde que nazco hasta que soy hombre, y ahí ocurre que no soy capaz de ser imparcial y objetivo".
"Como sevillista no tengo mucho arreglo, ni quiero tenerlo, es una pasión permanente y sufro muchísimo", lo que no quita que se sienta "muy feliz por ser un sevillista apasionado y no tengo ningún tipo de interés en dejar de serlo".

Por otro lado, Antonio Garcia Berbeito también escribía hace un mes aproximadamente unas lineas en su blog "La Tribu" de ABC Sevilla, una columna que iba dedicada al que para mi es el mejor futbolista que he visto en mis casi 42 años en la historia del Sevilla Fc, Don Frederic Oumar Kanouté.

Este es el Articulo:
KANOUTÉ.

Negro, altísimo, flaco… Cuando llegó, más que por el utillero, parecía que fuera a preguntar dónde vendían lanzas, cerbatanas, escudos y pinturas de danza. Traía en su aspecto toda la tribu con él, en su sangre paterna, una sangre que se remonta, seguro, a un ayer de pobreza y esclavitud, negro sobre negro, donde África desata moscas sobre la miseria. Silencioso como un secreto de amor, tímido como la desconfianza, en su despacioso andar lleva la heredada zancada de la desesperación por la sabana o por los campos secos donde sólo crecen el sol y las piedras. Llegó sin campanas, y la mitad de su sangre, hecha a la paciencia infinita, fue labrando a un gigante de azabache que se adueñó del césped como los suyos más lejanos se adueñaban de la miseria. Al balón en el aire lo miraba como una tribu mira cómo cae el maná de una ayuda aérea, allí donde las manos son capaces de coger, por necesidad, las invisibles semillas del viento. Por eso cuando el gigante miraba los balones altos, todos sabían en el campo que ese pan esférico sería para él, porque en sus ojos estaban todos los ojos de los suyos lejanos, que el cálculo de lo imposible estaba ya en esos ojos cuando se abrieron a la vida. Después, todo era cosa de bajarlo a los pies y esconderlo con habilidad de rapaz que arrebata un pajarillo, y de echarlo adelante dándole ventajas, sabedor de que ese balón sería suyo, como sabe el león que parece dormido en el pasto de la llanura que la gacela que va confiándose acabará entre sus garras.
Fiel a su credo, no tiene más celebración que sus dos dedos índices señalando el cielo, donde eleva sus ojos, como brindándole sus triunfos a la gracia heredada que le vino de nadie sabe dónde. Como futbolista, el más grande en la historia del Sevilla; como hombre, como africano de origen paterno que no olvida la raíz, un gigantesco ejemplo. Cubiertas de sobra las necesidades de los suyos, Kanouté empezó a ganar para los demás, para la infancia que en su país valora un plato de comida como una lotería. Sin hacer ruido, poco a poco, Kanouté ha ido dándose, recolectando balones en la yerba para llevar esa renta allí donde él sabe que echarse a dormir puede significar echarse a morir. Un ejemplo, en todo. Los números de Kanouté en el fútbol son poca cosa al pie de sus números en África, ahí sí que Kanouté ha dejado sus mejores jugadas, sus mejores goles, sus milagros inexplicables. El sevillismo, por futbolista y por persona, tendría que levantarle un monumento. En África ya lo tiene: él mismo, dándose, dándose, dándose. Gracias, Frédéric.


ANTONIO GARCÍA BARBEITO
28/05/2011

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